Los años perdidos I. Serie sin título (Autorretratos en amate) Florencia, Italia — 1999

Serie sin título (Autorretratos en amate)

Florencia, Italia — 1999

Rose Shakinovsky / Claire Gavronsky Workshop

Óleo sobre papel de amate

En esta “Última Cena” reinterpretada, la serie desplaza el icono religioso hacia un teatro autobiográfico y coral, donde múltiples versiones del yo conviven con figuras híbridas y voces fragmentadas. Los textos que se elevan en bandas de papel funcionan como un murmullo colectivo —ironía, duda, confesión, contradicción— propio de aquel periodo formativo en el que mi identidad artística aún se estaba escribiendo. La composición mantiene el tono surreal, folk y alquímico del conjunto, pero aquí se condensa en una escena de conversación desbordada, una liturgia íntima donde lo sagrado y lo cotidiano se mezclan sin jerarquías.






Esta serie temprana de autorretratos —realizada a los 23 años durante mi estancia formativa en Florencia— explora una identidad en construcción a través de un lenguaje híbrido: surreal, folk, mítico y alquímico. Las imágenes dialogan con códices mesoamericanos, manuscritos medievales y textos alquímicos, remezclados intuitivamente con mi propio imaginario autobiográfico.

El papel de amate, con su textura ancestral, permitió que el óleo respirara como si fuera pigmento ritual. De ahí surgieron figuras fragmentadas, símbolos circulares, animales tutelares, dobles y desdoblamientos: una constelación personal donde lo íntimo, lo fantástico y lo arquetípico se entrelazan.

Mirada hoy, esta serie funciona como un mapa temprano de mis preocupaciones posteriores: la multiplicidad del yo, la imagen como relicario, y la convivencia entre lo sagrado y lo cotidiano.








Las Versiones de Santo Tomás reescriben la figura del apóstol incrédulo como un autorretrato en formación: un joven que necesita ver, tocar y comprobar aquello que está intentando crear. Los ángeles híbridos que lo rodean no confirman la fe, sino que la cuestionan, empujándolo a un estado de duda fértil donde lo místico y lo cotidiano se mezclan. El acto de escribir —siempre interrumpido— refleja ese momento en que la revelación y la imaginación se confunden, y la obra surge precisamente de esa fricción entre incertidumbre, intuición y deseo de comprender.






En esta serie de cerebros-relicario, la anatomía se convierte en santuario y los elementos —fuego, agua, aire— operan como fuerzas vitales inscritas en la mente. Cada cerebro funciona como un objeto devocional, a medio camino entre códice alquímico y icono religioso, donde símbolos, manos, globos terráqueos y aves instauran un diálogo entre lo corporal y lo trascendente. Son imágenes que revelan una búsqueda temprana: entender el pensamiento como un espacio sagrado, vulnerable y permeable a lo invisible, donde lo espiritual y lo material se entrelazan sin jerarquías.






Este retablo marca el paso del papel al soporte rígido, condensando en una sola escena la iconografía medieval y gótica que atraviesa la serie: dos figuras enfrentadas, duplicadas o desdobladas, sostienen sus mundos interiores como ofrendas. Los círculos-símbolo funcionan como miniaturas iluminadas que revelan pensamientos, deseos y arquetipos personales. La madera, con su austeridad franca, acentúa el tono íntimo y confesional del conjunto, mientras el formato de díptico reafirma la idea de espejo, diálogo y fractura: un pequeño altar portátil donde lo autobiográfico se transforma en meditación visual.






© Javier Felix. Todos los derechos reservados 


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