Máquina para cruzar campos minados (c.1997). Metaplástica, Casa Wiedemann, Bogotá, Colombia. Javier Félix
🇪🇸
Máquina para cruzar campos minados (c.1997-98)
Técnica: Mixtos, objetos encontrados, motor, vidrio, pintura y collage
Dimensiones: Variables
Exhibición: Metaplástica, Casa Wiedemann, Bogotá, Colombia
Copyright: Javier Félix
Director de tesis: Juan Fernando Herrán
Realizada a finales de los años noventa en Colombia, esta obra toma forma durante un periodo marcado por una violencia prolongada y sedimentada en el paisaje social. El conflicto armado entre guerrillas, paramilitarismo y agentes estatales produjo un escenario cotidiano donde la vida civil quedó atrapada entre discursos ideológicos y estrategias militares. En aquel contexto, las minas antipersona —o “quiebrapatas”—, sembradas indiscriminadamente en veredas, caminos y zonas rurales, mutilaron miles de cuerpos ajenos a la guerra, especialmente campesinos, niños, mujeres y comunidades indígenas.
La obra no representa una máquina eficiente ni heroica, sino un artefacto precario, absurdo y casi inútil, hecho con restos: una silla rota, ruedas desalineadas, dispositivos ortopédicos, plumas y fragmentos de imágenes entre el cielo y el fuego. Nada garantiza estabilidad, avance ni salvación; sin embargo, la estructura parece insistir en moverse, como si la obstinación fuera lo único que sobreviviera al desastre.
La ironía del título revela la tragedia: no existe máquina capaz de cruzar un campo minado sin riesgo, porque el cuerpo es siempre el que paga el experimento. La obra apunta así a una verdad incómoda: en un país fracturado, la supervivencia no es un logro técnico, sino un acto azaroso.
🇬🇧
Machine for Crossing Minefields (c.1997-98)
Medium: Mixed media, found objects, motor, glass, painting, collage
Dimensions: Variable
Exhibition: Metaplástica, Casa Wiedemann, Bogotá, Colombia
Copyright: Javier Félix
Thesis advisor: Juan Fernando Herrán
Created in Colombia at the end of the twentieth century, this work emerges at a time when the country was deeply affected by an enduring armed conflict involving guerrilla groups, paramilitary forces and state actors. Throughout that period, civilian life became a field of uncertainty, fear and involuntary participation. Anti-personnel landmines, deployed indiscriminately across rural territories, resulted in widespread mutilation among non-combatants —peasants, children, women and Indigenous communities.
This piece does not portray an efficient or heroic device, but rather a precarious, fragile and nearly useless contraption, assembled from discarded objects: a broken chair, mismatched wheels, orthopedic fragments, feathers and layered imagery oscillating between heaven and fire. Nothing ensures safety, progress or protection, yet the structure seems determined to move, as if persistence were its only remaining function.
The irony of the title underscores the tragedy: no machine can safely cross a minefield, because the human body is inevitably the one that absorbs the impact. The work points to an uncomfortable truth: in a fractured country, survival is never a certainty —only a fragile attempt.



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